Envueltos ya en la rutina de nuestras respectivas vidas y en la velocidad de nuestras ciudades, no podemos dejar de echar la vista atrás con los ojos de la memoria y del corazón para revivir todos aquellos momentos que hemos pasado durante estos meses en el corazón de África. Queremos gritar a los cuatro vientos lo que hemos visto y lo que hemos sentido y, aunque a veces no sepamos ponerle palabras, intentamos que a través de nuestros actos, Burundi llegue a nuestra gente y podamos empapar a los que nos rodean de un poquito de todo el amor que nosotros hemos tenido la suerte de recibir. Burundi se queda aunque nosotros nos vayamos… aunque si hay algo seguro, es que volveremos pronto.
Este año, hemos contado con cinco grupos de voluntarios que, después de muchos meses preparando el proyecto en Madrid, han vuelto a nuestro pequeño rinconcito de cielo con las mismas ganas e ilusión que nuestro primer viaje a Burundi allá por el año 2007. Y es que en Burundi no existe el “un verano más”, porque cada año, deja de ser “uno más” para convertirse en una aventura única. Y es que cada año Burundi nos acoge como un nuevo misterio por descubrir. Porque Burundi no es más que eso, un misterio que inunda nuestros corazones y renueva nuestras miradas para poder afrontar la realidad de una manera diferente.
El misterio de Burundi
Volvió a abrir el telón el grupo de jóvenes del Colegio Aldovea, que organizó en el mes de junio un campamento de verano con los niños de nuestra escuela de Ndava entre risas, clases, juegos… Lo que en un primer momento parecía una labor que consistiría en enseñar a sumar y restar o practicar alguna palabra en inglés, pronto cambió de sentido. Y es que resulta que al final todo esto tiene que ver con algo mucho más grande, algo que habla de lo humano y de la entrega, algo que habla en un lenguaje diferente al que estábamos acostumbrados, el lenguaje del amor.
La última semana tuvimos la inmensa suerte de convivir y ayudar a nuestras queridísimas sisters de Madre Teresaen su casa de Kirundo, donde tuvimos la oportunidad de respirar el amor que allí se respiraba. Y es que es imposible que ese pequeño oasis de paz te deje indiferente. Esperamos que esta huella permanezca en nuestros corazones toda la vida y que sepamos dar testimonio del amor que hemos tenido la suerte de recibir.
Nuestro tradicional campamento de verano en Ndava
Después, cogieron el relevo los dos grupos de universitarios en el mes de julio, haciendo el mismo itinerario pero en direcciones opuestas. Unos empezaban en la casa de las sisters mientras los otros arrancaban con el campamento escolar en Ndava para, a las dos semanas, intercambiarse los destinos y ocupaciones. Así pasamos el mes entero, exprimiendo cada minuto como si fuera el último, y así de llenos hemos traído de vuelta nuestros corazones a nuestras respectivas casas. Lo cierto es que, desde que hemos vuelto, nuestra mente vuela cada día a lo que allí vivimos, de tal forma que es imposible separar nuestro día a día de Burundi. Aún hoy, nos siguen viniendo a la mente continuamente escenas del viaje que nos permiten revivirlo como si fuera algo totalmente nuevo e inesperado. La paz que se palpaba, el cariño de la gente, los paisajes…
Ahora nos damos cuenta de que tenía que haber algo más detrás de todo aquello, y no queremos dejar de cultivar nuestro asombro para que todo esto no nos deje indiferentes. Ahora los días grises son menos grises, y los días buenos parece que el sol brilla un poco más. Aparentemente nada ha cambiado, pero nuestros corazones y nosotros sabemos que nada es lo mismo. Solo esperamos que nunca nos separemos de esto que sentimos ahora; solo esperamos ser capaces de llevar un pedacito de Burundi a la gente que más nos quiere.
Con las Misioneras de la Caridad de Madre Teresa de Calcuta en Kirundo
Y para despedirnos por la puerta grande, llegaron los grupos de jóvenes profesionales, con unos voluntarios que decidieron hacer con su mes de agosto, con lo que todos sabemos que eso supone, algo diferente. Voluntarios que dieron un salto al vacío y apostaron su verano por un proyecto desconocido en un país desconocido, dejándose llevar por una intuición que parecía decirles “ahí es”. El plan era algo diferente en lo práctico al resto de grupos, por tener los voluntarios una mayor cualificación, pero fue igual en lo esencial, pues el espíritu no deja de ser el mismo.
Así es como cambiamos el campamento de Ndava por el ya tradicional curso en la Universidad de Ngozi, donde se llevaron a cabo dos programas de desarrollo personal y profesional para más de 300 alumnos. Y como no podía ser de otra manera, también compartimos unos días con nuestras queridas Misioneras de la Caridad, donde compartimos momentos inolvidables con los bebés y ancianos de la casa, y también pudimos echar una mano en el día a día de las tareas de las sisters, contagiándonos de la alegría de su vida entregada a los más necesitados.
Curso de desarrollo personal y profesional en la Universidad de Ngozi
Tras habernos sumergido en las profundidades del corazón de África es difícil poner palabras a todo lo vivido. Pero sí tenemos claro que hemos aprendido mucho de esta vida sencilla, alegre y entregada, y ahora tenemos por delante el gran reto de llevar todo esto a nuestra vida diaria. Y es que sin duda hemos dejado un pedacito de nuestros corazones en Burundi, y también nos llevamos un pedacito del corazón de África en los nuestros.
La realidad, más allá del número de proyectos y de todo lo que hacemos, es que año tras año se nos va haciendo cada vez más latente que nuestra labor tiene cada vez más sentido. Que detrás de todo lo que hacemos hay un gran POR QUÉ que apenas podemos atisbar debido a su inmensidad, pero que es la luz que va guiando nuestro camino. Y también, que detrás del todo el trabajo hay muchas personas anónimas, tanto en España como en Burundi, que se entregan con su tiempo, su dedicación, su cariño, su forma de ver y hacer las cosas, su amor… Cuando nos damos cuenta de todo esto, solo podemos sonreír, y agradecer mucho que lo que un día soñamos siga siendo posible y creciendo cada día.
Abriendo nuevos caminos 🙂
Un año más, Burundi nos devuelve a la rutina con una mirada nueva, y con la sensación de que un nuevo camino se abre delante nuestro. Porque es ahora cuando nos damos cuenta de que este viaje nos ha abierto los ojos, pero también el corazón. Por eso solo podemos pedir una cosa: ojalá podamos llevarnos a nuestro día a día lo que hemos vivido y sentido en el corazón de África. Y es que a veces basta con tomar la decisión firme de hacer las cosas de forma diferente; y así es como se abren nuevos caminos.
De vez en cuando, uno tiene la inmensa suerte de toparse con algo extraordinario. Aunque más que toparse, es caer en la cuenta de que uno está frente a algo extraordinario, porque de este tipo de cosas solemos vivir rodeados sin ser conscientes.
Este verano, me dispongo a visitar Burundi por tercer año consecutivo, y a tan solo unos días de coger el avión rumbo al corazón de África, he decidido pararme para asimilar todo lo que está pasando y lo que está por pasar.
Preparar un verano en Burundi implica mucho trabajo, mucho amor, mucho tiempo y dedicación. Este año, yo he tenido la suerte de involucrarme de una manera diferente, como líder de uno de los cinco grupos que se desplazará a terreno este verano. Cada día que he pasado organizando el proyecto, he aprendido algo diferente, tanto del resto de compañeros del equipo como de mí mismo. Al principio, cuando me propusieron liderar el proyecto, tuve algo de vértigo y alguna que otra inseguridad: ¿seré capaz de estar a la altura? ¿Podré aportar algo de valor a los proyectos? ¿Seré útil?… Ahora que lo veo con algo más de perspectiva, me rio un poco de mí mismo porque creo que por fin, después de dos veranos en Burundi de la mano de ASU y camino del tercero, he entendido lo que es ASU: un folio en blanco.
ASU nació para seguir naciendo cada día. Todo puede ser nuevo: Burundi nos permite que todo pueda serlo. En un mundo donde lo nuevo asusta, donde nos agarramos a la comodidad como a un clavo ardiendo, donde el sofá es nuestro mejor amigo y la tele y las redes nos acompañan como los mosquitos en las noches de verano, surge un grupo de jóvenes que deciden pararse, dar un paso atrás, observar su realidad, y movilizarse para cambiarla.
Los meses antes de irnos a Burundi son igual de esenciales que el mes que luego pasamos allí. Todo empieza con la formación del grupo: sesión informativa, entrevistas, selección de los voluntarios que formarán parte del proyecto… Una vez el grupo está cerrado, viene una segunda fase fundamental: las reuniones de formación de los voluntarios que se desplazarán a Burundi, donde profundizamos en aspectos clave del proyecto yendo desde lo más trascendental (por qué hacemos lo que hacemos) hasta lo más práctico (como por ejemplo, qué vamos a dar en la clase del día 4 del campamento o quién lleva la maleta con los balones de fútbol). En paralelo, todos los voluntarios comenzamos a movernos desde el primer día para conseguir los materiales de cooperación que llevamos cada uno en nuestras maletas (medicinas, material escolar, ropa, material deportivo, etc.) y los fondos necesarios para que el proyecto salga adelante. Además de hacer cada uno hace la guerra por su lado para liar a los nuestros, también aprovechamos para juntarnos y sacar adelante iniciativas entre todos para recaudar fondos: organización de eventos de todo tipo, venta de bolsos, camisetas y pulseras, etc. Y por supuesto, aprovechamos todas estas oportunidades de convivencia para ir conociéndonos y haciendo piña.
La realidad es que esta etapa, el “pre-Burundi”, es bastante ajetreada: hay mucho movimiento, muchas cosas por hacer, mucha velocidad, muchos sentimientos, mucha gente nueva… Todo esto supone un reto bastante complicado pero apasionante, y es que una vez te subes al barco de Burundi, pasas directamente a formar parte de ASU como si fueras uno más de toda la vida, y esto crea algo muy bonito, o por lo menos así me lo parece, que es el plantarle la cara a lo desconocido. Del día a la mañana pasas a formar parte de algo de lo que probablemente nunca antes habías oído hablar, y tienes la misma responsabilidad que el resto de voluntarios de involucrarte para que el proyecto salga adelante. Aunque tanto trabajo y tanto jaleo asusta un poco al principio, lo cierto es que el esfuerzo que ponemos durante este “pre” es lo que cambia todo, pues el amor que ponemos en lo que hacemos, por pequeño que sea, se nos devuelve cuando estamos en Burundi y se multiplica por cien. Y esa es la clave de todo: involucrarse desde el día uno para vivir Burundi en su plenitud, ser conscientes de que Burundi también es casa y de que también podemos ayudar desde aquí, y querer vivir esta experiencia con vocación de permanencia, y no como un mes aislado de nuestras vidas.
Hoy, a unos pocos días de volar a Burundi, solo puedo mirar hacia atrás y ver que todos estos líos han merecido la pena. Podría quedarme en tierra y aún así habría merecido la pena la aventura. Y es que siento una gratitud enorme por todo lo que me ha dado Burundi estos años, por todo lo que me ha dado ASU y por todas las personas que me han acompañado en el camino. El Lapu que se iba a Burundi por primera vez hace tres años no se reconocería en un espejo, y lo bonito de esto es que no soy un caso aislado: todos lo que hemos tenido la suerte de acabar en Burundi, a pesar de nuestras diferencias, hemos vuelto con el alma llena, cada uno a su manera.
Y es que cada Burundi es distinto, y Burundi es distinto para cada uno. En mi caso, este año, el tener la responsabilidad de liderar un grupo hace que enfoque el viaje de manera diferente. Me meto de lleno en un mundo desconocido, pero con la confianza en que todo saldrá bien. Y con un objetivo es muy sencillo: que todos los voluntarios reciban este verano el mismo regalo que yo recibí en mis anteriores Burundis, y que todo lo que van a vivir les permita, a su vuelta, poner el foco en lo que de verdad importa.
Ahora me doy cuenta de que lo más importante ya está hecho. Porque llevamos meses preparando el proyecto y ahora solo nos queda poner la guinda al pastel. Porque ya somos una pequeña gran familia. Y sobre todo, porque nuestro corazón ya está en Burundi. Y solo por eso, nada puede salir mal. Ojalá no nos olvidemos nunca de esto. De que Burundi es cada día de nuestras vidas. La verdad es que yo, aparte de mis diarios personales de mis anteriores viajes, no me había sentado nunca a valorar con perspectiva todo lo que ha supuesto Burundi en mi vida. Cuando estás allí las palabras salen solas y puedes llenar varios cuadernos de pensamientos, rutinas, ideas, proyectos… pero aquí en Madrid es otra cosa, los recuerdos se desvanecen muy rápido, y si no los cuidas, cada día un rato, se terminan quedando en nada. Yo tengo mis trucos, cada uno tendrá los suyos. Ahora comprendo que Burundi es la chispa que se nos enciende por dentro, y que en nuestra mano está el qué hacer con esa chispa, si dejarla pasar y que al cabo de unos meses no sea más que ceniza, o si trabajarla para poder convertirnos en hogueras y expandir este fuego por donde pasemos.
Hoy llega al mundo nuestro proyecto Imigambi, y después de muchos años de trabajo nos cuesta compartir lo emocionados que estamos. Y es que este proyecto es el resultado de un largo camino… Un camino que nació sin saberlo con un primer viaje a Burundi hace ya más de 15 años y con una promesa al volver a Madrid: no olvidarnos de lo vivido en el corazón de África. Tras volver una vez, otra vez, y otra vez más, empezamos a conocer la realidad de Burundi, y a entender poco a poco los problemas y las riquezas del país más pobre del mundo. Y así, descubrimos que, entre sus mil colinas, Burundi esconde un tesoro: su café, que es uno de los mejores del planeta. Pero también, que los caficultores de Burundi eran los peor pagados del mundo. Y decidimos no quedarnos de brazos cruzados; y cambiar las reglas. Con todo esto en mente, allá por el año 2018, y después de 10 años desde nuestros primeros viajes a Burundi, nuestro querido Carlos Bobillo “Bobi” decidió dejar su trabajo de abogado en Madrid para irse a vivir a Burundi y dedicarse de lleno al sector del café, además de impulsar los proyectos de ASU en terreno.
Bobi en su etapa cafetera en Burundi
Allí en Ngozi pasó dos años entre cafetales, donde pudo ayudar a miles de agricultores, y descubrir todos los secretos de la industria. Con todo este bagaje, y tras comprobar en primera persona el grandísimo impacto del café en Burundi, al que se dedican más de 1 millón de burundeses -5 millones de personas si contamos a sus familias- y que supone el 80% de las exportaciones del país, hemos querido lanzar en España un proyecto de emprendimiento para seguir ayudando a los caficultores de Burundi desde España.
Burundi; un país que vive del café
Y así es como nace Imigambi, con el objetivo de producir el mejor café dándole el mejor futuro a los agricultores que con tanto cariño lo cultivan en Burundi, y de reinvertir todos nuestros beneficios en ellos. Y es que los agricultores son el corazón del proyecto. Por ello, valoramos y recompensamos justamente su trabajo y esfuerzo. Además, reinvertimos el 100% de los beneficios en cubrir la necesidad más básica en la zona rural en las que trabajamos: con cada paquete de Imigambi se financia el acceso a electricidad durante un año a la familia de agricultores que lo ha producido.
Los agricultores, el corazón del proyecto
“Imigambi” es una canción burundesa que habla de los proyectos que Dios tiene para nosotros y que, tras mucho esfuerzo, acaban cumpliéndose. Este proyecto busca cumplir esos sueños. Y es que Imigambi es el único café que no quita el sueño, sino que permite seguir soñando. Porque podemos hacer de lo ordinario algo extraordinario. Porque todos podemos cambiar el mundo. Cada día 🙂 Toda la info y pedidos en www.imigambi.org
Se acerca el final del año y, como cada diciembre de los últimos años, es un buen momento para hacer un repaso de todo lo transcurrido en estos últimos doce meses.
Este año nos llevamos muchos aprendizajes. Todos ellos se pueden resumir en lo siguiente: tenemos que confiar mucho más. Y es que por muchas previsiones, business plans o estrategias que podamos hacer, cada año nos encontramos con la misma situación: la vida siempre va por delante y nos sorprende una vez tras otra.
Y es que un año más, hemos batido todos los récords. Y no porque nos lo hayamos propuesto ni porque hayamos hecho nada especial, sino porque hemos puesto el corazón en todo lo que hemos hecho. Y es que ha pasado todo tan rápido que ahora, echando la vista atrás, es cuando nos damos cuenta de todo lo que hemos conseguido. Son muchas cosas y seguro que se nos olvidan unas cuantas, pero nos hace mucha ilusión hacer un pequeño repaso con vosotros…
Empezamos el año abriéndoos nuestro corazón con nuestro proyecto Umutima, donde distintos voluntarios de ASU nos han ido contando cada viernes sus vivencias en el corazón de África. También aprovechamos para contaros los distintos proyectos que estamos haciendo con LEGO tanto en nuestra escuela primaria de Ndava como Madrid de la mano de la Fundación Down Madrid.
La primavera nos cundió mucho: primero nos fuimos a correr 111km para financiar nuestra escuela secundaria, y después estuvimos en Burundi llevando a cabo nuestra primera campaña quirúrgica con grandísimo éxito. Aprovechamos el viaje para llevar un ecógrafo a nuestro Centro Materno Infantil “San Lucas” de Ndava, donde un año más hemos realizado cientos de partos y miles de atenciones médicas sobre todo en epidemias y malnutrición.
También en primavera empezamos la construcción de nuestra Escuela Secundaria Técnica “San José” de Ndava, que ya está punto de finalizar y que pronto permitirá que los 950 alumnos de nuestra escuela primaria que tengan motivación y capacidades para ello puedan continuar sus estudios hasta la universidad gracias a nuestros acuerdos con el Ministerio de Educación de Burundi y con la Université de Ngozi, con quien seguimos llevando a cabo nuestro proyecto de microcréditos universitarios.
Llegó el verano, y con él cuatro viajes a Burundi, donde nos dimos cuenta un año más que “ahí es”. A la vuelta, fuimos conscientes de que teníamos que contar todo lo que habíamos visto y oído y lanzamos un proyecto de construcción de casas para la etnia batwa y también de un pozo.
Cerramos el año con un viaje al corazón para documentar y compartir con el mundo la labor que llevamos a cabo en el corazón de África desde hace 16 años, con para darle un último empujón a nuestra escuela secundaria, con el lanzamiento de una en Burundi y con diversos eventos (Open Mics, capeas, afterworks, etc.) y varias pequeñas iniciativas hechas con mucho amor: campaña de reyes magos, recogida de alimentos, una silla para Benitha, una casa para Gilby, un paso más para Huevi… Y por supuesto, ¡con nuestra tradicional lotería que este año sí ha tocado!
Nada de todo esto habría sido posible sin la suma de muchos granitos de arena:
• En primer lugar, la de los socios que nos apoyáis incondicionalmente cada año. ¡Gracias por recordarnos cada día que se puede estar lo suficientemente loco como para creer que cambiar el mundo es posible!
• En segundo lugar, la de las empresas que este año habéis apostado por nuestros proyectos: Deloitte Legal, Key Capital, LEGO España, BCG, PwC, Ashurst, Trinity College, Clifford Chance… ¡Gracias por confiar en nosotros y por sumaros al cambio!
• En tercer lugar, la de todos los donantes que habéis colaborado con nosotros a lo largo del año en nuestras distintas campañas, iniciativas, retos, eventos… ¡Cada granito de arena cuenta!
• Y por último, la de los voluntarios que habéis compartido con nosotros vuestro tiempo libre y vuestros conocimientos, vuestros esfuerzos, vuestras tristezas y vuestras alegrías, vuestras ganas de cambiar el mundo… ¡Pequeñas cosas con mucho amor!
Y ya está, eso es todo. Bueno, en realidad no, al revés. Y es que esto no ha hecho más que comenzar. Porque el 2024 ya asoma por la puerta lleno de novedades: campañas médicas, verano de récord, proyectos de cooperación bastante increíbles, nueva marca de café… Y todo ello, acompañado de un salto mortal en nuestra comunicación con el que esperamos poder contaros mucho más y mejor todo lo que hacemos.
Todo lo conseguido es una pasada y por supuesto estamos muy contentos de seguir batiendo récords y de poder ayudar cada día a más gente, pero no podemos ignorar nuestro principal aprendizaje de este año: confiar más. Esto no quiere decir que no pongamos todos nuestros medios y talentos para seguir creciendo y llegando más lejos, pero sí que nos dejemos llevar mucho más y que confiemos en que si ponemos nuestro corazón en todo lo que hacemos la vida nos estará esperando una vez más con regalos y sorpresas que no podemos ni imaginar. No nos olvidemos: “Soñad y os quedaréis cortos”.
Hoy es un día especial. Por fin, después de muchos meses de trabajo “en la sombra”, podemos compartiros un proyecto que nos hace particular ilusión.
Y es que la verdad es que este proyecto se ha hecho de rogar. Y mucho. En todos estos años de trabajo en Burundi, siempre habíamos querido ir a grabar “en plan bien” al corazón de África para compartir con el mundo la labor que llevamos realizando desde hace 16 años. Y es que el “una imagen vale más que mil palabras” se debió inventar en Burundi, porque los que hemos tenido la suerte de estar allí siempre volvemos con la sensación de no poder contar con palabras algo que parece que no es de este mundo. Lo intentamos, pero siempre con la pena de no saber transmitir lo que hemos vivido.
Por unas cosas o por otras, nunca se nos presentaba la oportunidad, y así han ido pasando los años. Hasta que el año pasado una noticia lo cambió todo: fuimos seleccionados en el programa de aceleración “Talento Solidario” de la Fundación Botín, y recibimos financiación para mejorar la comunicación de nuestra entidad. Además de muchos otros cambios que muy pronto compartiremos con vosotros, lo primero que pensamos es que teníamos que compartir el grandísimo regalo que es Burundi.
Dicho y hecho. Por el fin, el sueño se hacía realidad: en abril de 2023 Carlos Bobillo se desplazaba a Burundi para grabar de la mano de Juan Prado Sendagorta, de El Burro Films. ¡Qué emoción y qué nervios por poder capturar y reflejar fielmente una belleza y una verdad tan auténticas! Y es que lo que en principio iba a ser un viaje para compartir labor que llevamos realizando todos estos años, al final se convirtió en mucho más: un viaje para compartir la belleza de los proyectos, las personas y los paisajes de Burundi. Un viaje al corazón de África. Un viaje al corazón.
Así nos recibía Burundi: la belleza del corazón de África brotó desde el primer minuto
Después de meses de mucho trabajo, por fin podemos mostraros el resultado. Por fin ha llegado al día. Por fin, os podemos invitar a viajar a corazón de África. Y a nuestros propios corazones. Esperamos que disfrutéis tanto del viaje como hemos disfrutado nosotros todos estos meses de trabajo.
Además, hemos querido aprovechar el lanzamiento del proyecto para hacer un breve making-of de “Un viaje al corazón” y entrevistar al cámara detrás de la cámara. Con todos ustedes, Juan Prado en directo para contarnos todo lo vivido en Burundi “behind the scenes” y compartir sus experiencias en el país de las mil y una colinas.
El cámara detrás de la cámara: no todo iba a ser trabajo 🙂
Juan, ¿puedes hacernos una breve presentación personal y profesional de ti? (Cómo nace tu afición por la fotografía / imagen, tipo de proyectos en los que sueles participar, etc.)
Soy Juan Prado, tengo 32 años y tengo una pequeña productora audiovisual. Hace un par de años decidí empezar por mi cuenta esta empresa, para llevar a cabo proyectos que me hicieran ilusión y fuesen más personales, y compaginar así el trabajo en grandes producciones que llevo haciendo durante más de cinco años. Acabamos de terminar nuestro primer largometraje documental, “Viaje a Ítaca”, y tenemos muchas ganas de enseñarlo.
Burundi ha sido tu primera vez grabando en África: ¿ha sido realmente como te esperabas? ¿Qué te ha sorprendido más?
No sé muy bien lo que me esperaba. Prefería no hacerme muchas ilusiones para no decepcionarme. No porque fuese la primera vez grabando sino porque fue también la primera vez como viajero. Nunca había pasado de Marruecos y tengo que decir que desde que bajé del avión estuve flipando durante un rato largo. Creo que ese rato duró dos o tres días. Me sorprendió la cantidad de gente que hay en todas partes. No había diez segundos sin que apareciese alguien. Niños por todos lados, bicis, gente mercadeando…
¿Puedes contarnos alguna anécdota vivida en Burundi que recuerdes especialmente?
Me acuerdo después de varias horas de viaje por carreteras asfaltadas a trozos, con paradas innecesarias por averías y, en fin, un viaje bastante largo, llegar a una casa a las afueras de una ciudad llena de gente, con polvo marrón que se levantaba como una nube, gente descalza y con ropas rotas, y de repente, una puerta que daba a una especie de oasis. Allí había un jardinero que recortaba cada planta con mucho cuidado. Había ancianos comiendo y niños jugando debajo de un árbol. Era la casa de las Misioneras de la Caridad de Madre Teresa de Calcuta. La imagen del jardinero, recortando cada rama para que las flores crecieran se me quedó marcada. Esas flores no iban a alimentar a nadie ni a quitarle la sed, ni hacerles ricos. Pero allí se cuidaban las cosas. Se cuidaban de verdad, para que crecieran con fuerza.
¿Qué dificultades, tanto a nivel técnico como a nivel personal, te has encontrado grabando en Burundi?
Creo que lo mejor fue lo fácil que es la gente a la hora de ser grabada. Creo que lo más difícil fue también la gente a la hora de ser grabada, porque se acumulaban muy rápido con la curiosidad de ver lo que estábamos haciendo y ya era imposible pillarles de estrangis.
“De repente, todo seguía su ritmo y aparecía la magia”
Burundi es un país con una belleza muy característica que no siempre es fácil de capturar. ¿Qué crees que tiene Burundi de especial? ¿Qué has hecho para tratar de capturar esa esencia y reflejarla en tus vídeos?
Burundi tiene unos paisajes curiosos porque es muy verde. Hay mucho platanero, muchos campos de arroz. También hay mucha nube, mucha lluvia. Pero sobre todo hay gente. No me imaginaba que la gente iba a marcar tanto el paisaje, es imposible imaginárselo sin personas por todos lados. Es verdad que cuando tenías tiempo y te ponías a esperar a que se olvidasen de ti, de repente, todo seguía su ritmo y aparecía la magia.
¿Qué te llevas de la experiencia? ¿Qué te llevas de Burundi y de su gente?
Me llevo muchas historias y unos recuerdos muy bonitos. Es un sitio muy amable, nos trataron muy bien en cada sitio que fuimos y espero poder volver en algún momento.
“Burundi tiene unos paisajes muy curiosos porque es muy verde”
Tras tu paso de Burundi, ¿has notado algún cambio interiormente? ¿Cómo era el Juan del vuelo de ida y el del vuelo de vuelta? ¿Cómo ha sido la evolución?
Bueno supongo que sí, es más fácil ver los cambios externos, pero esos pasan rápido y uno vuelve a estar igual que antes. Gestionar los internos es más complicado, imagino que se cocinan en secreto y cuando pasa un tiempo uno se da cuenta, porque se acuerda de un sitio, de una historia, de un momento…
Después de haber conocido de cerca los proyectos de ASU, ¿crees que la labor que estamos llevando a cabo en Burundi tiene sentido? ¿Qué destacarías? ¿Qué crees que se puede mejorar?
Tiene mucho sentido, al final trabajar desde la base es lo más importante para cualquier comunidad y más en un país tan poco desarrollado como Burundi. Se ve que los chavales van con ilusión a la escuela para poder estudiar y aprovechar esa oportunidad. Las madres agradecen los centros de maternidad porque se juegan la vida. La cadena está perfectamente soldada para que todo tenga un sentido desde el principio hasta el final.
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