Hace unos días volvíamos de Burundi. Hemos aprovechado este viaje, con más tiempo y calma que de costumbre, para visitar nuestros proyectos en terreno, reunirnos con nuestros socios locales y amigos, compartir con nuestros beneficiarios, explorar nuevas oportunidades y pensar nuevas ideas, descubrir nuevos lugares, organizar los cinco viajes que llevaremos a cabo este verano este verano en Burundi… Pero sobre todo, este viaje nos ha servido para seguir desenvolviendo el regalo que es Burundi. Y es que, por mucho que nos empeñemos una y otra vez en llevarlo todo perfectamente controlado, la vida siempre acaba imponiéndose en el corazón de África. Y así, una vez más, el país de las mil y una colinas nos ha ido sorprendiendo cada día. Con su sencillez, su alegría, su belleza, su vida entregada, su testimonio de fe… Burundi es un misterio que se revela poco a poco y se renueva continuamente, inundando nuestros corazones y transformando nuestra mirada y nuestra realidad.
Además, tuvimos la suerte de reunirnos con el Nuncio apostólico en Burundi, Monseñor Datanou, con Monseñor Gervais Banshimiyubusa, arzobispo de Bujumbura, y con el Padre Alexandre Awi Mello, Superior General de Schoenstatt. ¡Hemos podido compartir mucho y aprender mucho de ellos!
D. José Pedro Manglano, de Hakuna, con el P. Alexandre Awi, Superior General de Schönstatt y Carlos Bobillo, de ASU
En este viaje, hemos tenido la suerte de que acompañara a Carlos Bobillo “Bobi”, de ASU ONG, nuestro querido Don José Pedro Manglano “Josepe”, fundador de Hakuna. A través de sus ojos, hemos podido redescubrir el verdadero sentido de nuestra misión, y confirmar aquella primera intuición que tuvimos hace ya 18 años: Burundi no merece la pena; merece la vida. Así nos contaba Josepe su experiencia en Burundi:
“A pesar de ser el país más pobre del mundo, este pueblo sorprende por su fe, su dignidad, su sencillez, su alegría y su belleza salvaje. Sí, todo fluye. Sin idealizarlo, sí es verdad que en este pueblo las relaciones son sanas: se relacionan bien con Dios, con la naturaleza, con la vida, con la muerte, con el dolor, con el tiempo, con la dificultad…Mucha vida. Mucha vida. Mucha vida. Dios se revela también aquí; especialmente aquí, en la gente sencilla. Se palpa que la pobreza de espíritu nos hace “obedientes” a la realidad, realidad que nunca se escapada de la palma de la mano de nuestro buen Dios. En su pobreza son unos maestros del arte de vivir. ¡Gracias!”
Don Josepe en la casa de las “Sisters”, Misioneras de la Caridad de Madre Teresa de Calcuta en Kirundo
Urakoze a ti por todo Josepe, ¡Burundi te espera siempre con los brazos abiertos!
El 2024 toca a su fin, y, como ya es tradición, aprovechamos estas fechas para hacer balance de todo lo que hemos hecho juntos este último año.
En una sola palabra, este año podría resumirse así: “komera”. A los que hemos tenido la suerte de recorrer las colinas del corazón de África, es una palabra que nos resulta muy familiar. Y a los que no, seguramente os pille un poco por sorpresa. Esta palabra, muy popular en kirundi, el idioma de Burundi, no tiene traducción exacta a ninguna otra lengua, pero se interpreta como un deseo profundo de ánimo, de ser valientes y de perseverar para superar los retos que nos plantea la vida. Y es que justo eso es lo que nos llevamos del 2024: ha sido un año tan increíble en todos los sentidos que solo podemos mirar hacia delante con el ánimo de seguir recorriendo este camino juntos, sin miedo, con los ojos del rostro y del corazón bien abiertos para seguir creciendo y llegando más lejos cada día.
Empezamos el 2024 confiando mucho, porque si de algo nos hemos dado cuenta después de tantos años con este proyecto, es que, por mucha planificación que queramos hacer, la vida siempre va por delante abriendo camino y nosotros vamos detrás intentando seguir el ritmo.
Y así ha sido un año más. Y es que ahora, echando la vista atrás, nos damos cuenta de todo lo que hemos logrado juntos este año sin tan siquiera haberlo podido soñar hace solo unos meses. Y nos reafirmamos en que solo podemos seguir siendo instrumentos para intentar que se cumpla un plan mucho mayor que sin duda nos sobrepasa… ¡Soñad y os quedaréis cortos!
Empezamos el año compartiendo a través de “Un viaje al corazón” algunos de nuestros proyectos de cooperación, poniendo rostros y voz a la labor que llevamos a cabo en el corazón de África desde hace 16 años. Así, hemos podido llevaros a nuestro Centro materno infantil “San Lucas” de Ndava, donde un año más hemos realizado cientos de partos y miles de atenciones médicas sobre todo en epidemias y malnutrición. También viajamos a nuestro programa de Microcréditos en la Universidad de Ngozi, gracias al cual los mejores estudiantes de las distintas facultades están llamados a convertirse en la generación que cambie el rumbo del país. Continuamos visitando nuestra Escuela secundaria “San José” de Ndava, que por fin hemos podido terminar para dar continuidad a la educación de los más de 950 niños de nuestra escuela primaria. Y por último, pudimos conocer más de cerca nuestro “Goat Project”, gracias al cual descubrimos cómo una cabra puede cambiar el futuro de una familia.
Después, tras muchos años de trabajo, fuimos muy felices al lanzar al mundo nuestro primer proyecto de emprendimiento social en Burundi, nuestra marca de café 100% sostenible Imigambi, con el objetivo de producir el mejor café dándole el mejor futuro a los agricultores que con tanto cariño lo cultivan, y de reinvertir todos nuestros beneficios en ellos. “Imigambi” es una canción burundesa que habla de los sueños que, tras mucho esfuerzo, acaban cumpliéndose, y este proyecto sin duda es un sueño hecho realidad.
Nuestra primavera empezó intensa una vez más: volvimos a recorrer 111km un año más, con mucho esfuerzo y alegría, para financiar nuestro programa de Microcréditos en la Universidad de Ngozi. Después, nos fuimos a Burundi para grabar nuestro documental “La belleza salvará al mundo”, con el objetivo de compartir la belleza del corazón de África y todo lo que tiene que contarle al mundo. Y también, echamos una mano en la segunda campaña quirúrgica liderada por nuestros amigos de la Fundación Kyrikú, donde además nuestro querido Gilby fue operado por el Dr. César Casado por segunda vez.
Y así llegó el verano, el momento más importante del año para nosotros, con cinco viajes a Burundi con casi 100 voluntarios, donde pudimos abrir nuevos caminos y dejar un pedacito de nuestros corazones en Burundi, y también nos llevamos un pedacito del corazón de África en los nuestros. A la vuelta, reflexionando sobre todo lo vivido, solo pedíamos no olvidarnos de ser muy conscientes de que Burundi es cada día de nuestras vidas.
En los últimos meses del año, compartíamos con el mundo nuestro proyecto “La belleza salvará al mundo”, y aprovechábamos para entrevistar a Héctor Zurita, el filmmaker detrás del proyecto, quien compartía con nosotros sus experiencias en el país de las mil y una colinas. Y así, hemos podido contaros nuestros últimos proyectos de cooperación. En primer lugar, os presentábamos la construcción de nuestra Iglesia “Madre Teresa” de Ndava, para atender espiritualmente a los más de 1.500 niños de nuestras escuelas primaria y secundaria y al conjunto de la comunidad de Ndava. También nuestro Molino de cereal de Ndava, nuestro segundo proyecto de emprendimiento social en Burundi. Además, os presentábamos nuestro proyecto de construcción de casas batwa, para darle continuidad a lo que habíamos visto y oído el año anterior. Por último, os hacíamos partícipes de nuestro proyecto “Seamos luz”, con el que queremos llevar electricidad a nuestras escuelas primaria y secundaria de Ndava.
Además, durante todo el año, hemos seguido haciendo nuestro voluntariado local en Madrid con la Fundación Down Madrid y con nuestras queridas Misioneras de la Caridad, con la idea de que la ayuda siempre debe empezar aquí cerca de casa, y también para preparar nuestro corazón antes de nuestros viajes a Burundi, y darle continuidad a lo que allí vivimos a nuestra vuelta a Madrid. También hemos seguido organizando eventos varios como Jam Sessions, Open Mics, Music x Burundi, afterworks, torneos de pádel, etc. y varias pequeñas iniciativas hechas con mucho amor: nuestra tradicional Campaña de Reyes Magos con las Misioneras de la Caridad por séptimo año consecutivo, una recogida de alimentos con el Colegio Aldovea, unas protesis para Benitha, la lotería que este año no ha tocado…
Son muchas cosas, pero nada de todo esto habría sido posible sin la suma de muchos granitos de arena que se han ido juntando a lo largo del año:
Es ahora, echando la vista atrás, cuando nos damos cuenta una vez más de todo lo que hemos conseguido juntos, que sin duda nos sobrepasa pues es mucho más de lo que habríamos podido incluso soñar. Nos da pena despedir este año tan bueno, pero se nos pasa cuando miramos al frente y vemos todo lo que nos espera en este 2025 que ya está a la vuelta de la esquina, y que viene cargado de muchas novedades, retos y varias sorpresas importantes que pronto compartiremos con vosotros.
Son tantas cosas, más las que seguro que se nos olvidan, que nos cuesta encontrar la forma de compartir cómo nos sentimos estos días. Por todo esto, solo se nos ocurre una palabra para resumirlo todo y para no olvidarnos de lo más importante: seguir siempre hacia delante, confiando mucho y con valentía, con los pies en la tierra y el corazón en el cielo. Y así, una vez más, solo podemos gritar a los cuatro vientos… ¡komera!
Teníamos muchas ganas de escribir esta noticia; desde hace mucho tiempo. Y es que por fin, después de varios meses de trabajo “en lo escondido”, podemos compartir con vosotros un proyecto que nos hace especial ilusión.
La verdad es que este es un proyecto distinto al resto de proyectos que solemos llevar a cabo. Inmersos en nuestro día a día en Madrid y en nuestros proyectos de voluntariado y cooperación al desarrollo en Burundi, con frecuencia se nos olvida compartir lo mucho que estamos haciendo en el corazón de África. Y también, lo muy especial que es ese pequeño rincón del mundo. Dicen que uno de los mayores defectos del ser humano es la capacidad de normalizar lo extraordinario, y esto sin duda es algo en lo que nosotros podemos mejorar mucho. Porque nada de lo que ocurre en Burundi es normal, por mucho que nos empeñemos. Por eso, tenemos siempre una extraña sensación de sentirnos en deuda con Burundi y con el mundo por ser incapaces de compartir todo lo que tenemos la suerte de vivir, que en el fondo es lo que Burundi tiene que contarle al mundo.
Envueltos en estas ralladas mentales, hace unos meses se nos presentaba una oportunidad única: poder ir a grabar a Burundi con el objetivo de compartir con el mundo la belleza del corazón de África. Y no lo dudamos ni un minuto. Y así, en abril de 2024 Carlos Bobillo, de ASU ONG, se desplazaba a Burundi para grabar de la mano de un auténtico equipazo de profesionales de la comunicación: Héctor Zurita de la Vega (@hectorzurita14) y Pablo García Navarro (@pablogarna). Por delante, nos esperaba un viaje con grandes aventuras, pero también con una gran responsabilidad. Y es que desde el primer momento sentíamos la presión de estar a la altura de ser capaces de compartir con el mundo una belleza y una verdad tan profundas como la de Burundi…
Héctor Zurita, Pablo Garna y Carlos Bobillo con las Sisters de Madre de Teresa de Calcuta en Kirundo
La realidad es que, un poco deliberadamente, decidimos no organizar demasiado el viaje, dándonos libertad para dejarnos sorprender. Y es que en el fondo no sabíamos muy bien a lo que íbamos, lo cual siempre es bueno. Lo único que teníamos claro es que no queríamos que este fuera un viaje más. Que no queríamos ser turistas. Que Burundi es un misterio y que lo importante era adentrarse poco a poco en sus profundidades y empaparnos de ese secreto para poder conocerlo, desvelarlo y, entonces sí, compartirlo. Y así, lo que en principio era un simple viaje para grabar, se acabó convirtiendo en algo mucho más grande: un viaje para compartir la belleza de Burundi. De sus paisajes, de sus personas, de sus historias. Porque todo en Burundi es genuinamente bello, desde lo más grande hasta lo más sencillo. Y porque si algo hemos aprendido de nuestro paso por el corazón de África es que, como decía Dostoyevski, solo la belleza puede salvar al mundo.
Y es que, después de tantas vivencias en Burundi, y un tiempo prudencial más que necesario para poder interiorizarlas, nos hemos dado cuenta de que para poder aspirar a una vida profunda y llena de significado, a una vida que se preocupa por buscar el alma de las cosas, es esencial ser capaces de reconocer y admirar la belleza de lo sencillo y cotidiano. Así lo resumía Platón: “la belleza es verdad; verdad es belleza. La belleza es el esplendor de la verdad. Solo esto sabrás aquí en la tierra y solo esto necesitarás saber”.
Lo que Burundi tiene que contarle al mundo
Y es que nos hemos dado cuenta de que la belleza, ya sea en su expresión más evidente como en los bosques de la Kibira, o en la más desapercibida como una conversación sencilla con los ancianos de Kirundo, abre y extiende los horizontes de nuestra conciencia humana, apuntando a algo más allá de nosotros, trayéndonos frente a frente con el abismo del infinito, convirtiéndose así en un camino a lo trascendente, al misterio último. Decía Simone Weil que “en todo lo que despierta en nosotros un sentido auténtico y puro de belleza, ahí se encuentra, en verdad, la presencia de Dios. Hay una especie de encarnación de Dios en el mundo, de la cual la belleza es señal“. Y esto es lo que nos enseña Burundi: solo si reconocemos que la belleza nos impacta en la intimidad, que nos maravilla y que nos hiere, que abre nuestros ojos, es cuando seremos capaces de descubrir la plenitud de penetrar el significado más profundo de la existencia.
En Burundi, hemos aprendido que hay belleza tanto en lo más grande como en lo más pequeño, tanto el placer como en el dolor. Que todo puede ser bello. Porque la belleza está en los ojos del que mira. Y así, esta belleza tan auténtica libera el anhelo de nuestro corazón humano, el profundo deseo de conocer, de amar, de ir hacia el otro, de aspirar a lo trascendente. Por eso, después de este viaje, solo podemos compartir con vosotros el gran secreto de Burundi, que no es otro que la belleza salvará al mundo.
Como os avanzábamos hace unos días, después de meses de mucho trabajo, por fin podemos mostraros el resultado de nuestro proyecto “La belleza salvará al mundo”. Por fin ha llegado al día. Por fin, os podemos invitar a viajar a corazón de África. Y a descubrir así su belleza, descubriendo también en el camino la belleza última de nuestra existencia. Esperamos que disfrutéis tanto del viaje como hemos disfrutado nosotros todos estos meses de trabajo.
Así nos recibía Burundi: la belleza del corazón de África brotó desde el primer momento
Además, hemos querido aprovechar el lanzamiento del proyecto para hacer un breve making-of del proyecto de grabación de “La belleza salvará al mundo”, entrevistando al cámara detrás de la cámara. Con todos ustedes, Héctor Zurita en vivo y en directo desde México para contarnos todo lo vivido en Burundi “behind the scenes” y compartir sus experiencias en el país de las mil y una colinas.
El cámara detrás de la cámara: no todo iba a ser trabajo 🙂
Héctor, ¿puedes hacernos una breve presentación personal y profesional de ti? (Cómo nace tu afición por la fotografía / imagen, tipo de proyectos en los que sueles participar, etc.)
Soy un documentalista mexicano que desde hace casi 10 años he tenido la oportunidad de recorrer el mundo por más de 50 países. Capturando a través de mi cámara la belleza que hay en el mundo, en sitios como la India, El Congo, Cuba, Filipinas, Venezuela; en contextos donde parecería que hay más miseria, en lugares aislados, es allí donde he podido percibir que Dios está más presente. Me he concentrado en trabajar muy cerca de la Iglesia Católica, siendo partícipe de cómo miles de personas valientes dan su vida al servicio de los demás.
Aunque llevas años oyendo hablar de Burundi por los proyectos de ASU, esta ha sido tu primera vez en el corazón de África: ¿ha sido realmente como te esperabas? ¿Qué te ha sorprendido más?
Desde hace un par de años llegó a mis oídos el nombre de Burundi a través de Bobi. Siempre estuve expectante de lo que sucedía en este pequeño y alejado lugar del mundo. No fue nada de lo que yo esperaba, al estar acostumbrado a un África caótica como lo puede ser Liberia en el golfo africano, los países musulmanes en el norte de África o incluso la República Democrática del Congo, que es vecina de Burundi; me encontré con un paraíso. Un lugar tranquilo, callado, con su respectivo caos, pero de una forma distinta. Las personas andando por las calles sin prisa ni agobio. Intensos colores en el ambiente. Lo que más me sorprendió fue que era una cultura hermética, que no ha sido afectada por occidente y se mantiene muy pura.
Nos ha dicho un pajarito que de los muchísimos países que has visitado, Burundi es el que más te ha impresionado. ¿Por qué?
De todos los países en los que me he podido aventurar, sin duda Burundi es el que más me ha cautivado, porque no solo fue viajar a un sitio recóndito, sino que fue viajar en el tiempo, incluso me atrevería a decir que el avión de Ethiopian Airlines nos llevó a otra realidad. Allí el tiempo se mide distinto, en un día te puede ocurrir lo de un mes, y lo mismo en una semana, no hiciste nada más que estar en un pequeño pueblecito. Sin duda es un lugar mágico, que el mundo globalizado de hoy tiene escondido como una perla.
¿Puedes contarnos alguna anécdota vivida en Burundi que recuerdes especialmente?
Muy al norte del país, en la frontera natural con Ruanda, fuimos a un lugar increíble: el extenso lago Cyohoha. Esta zona es una de las que más sufrió durante el episodio genocida en los años 90. Fue allí donde presencié uno de los momentos más hermosos que he visto. Cuando aún estaba oscuro, tomamos una balsa hecha con el tronco de un árbol de eucalipto. Allí vimos uno de los amaneceres más espectaculares que he presenciado jamás. Conforme salía el sol, se escuchaban los sonidos de las aves, los pequeños martines pescadores comenzaban su día de trabajo, más personas cruzaban de un lado a otro en sus balsas de eucalipto. A lo lejos veías como otras balsas echaban las redes al agua. Todo esto en un entorno completamente pacífico. Allí recordé el saludo tradicional de Burundi, “amahoro”, que quiere decir “que la paz este contigo”, y estoy convencido de que ese punto de encuentro entre dos países y dos etnias, era un santuario que invitaba a esa paz. Y para coronar el momento, escuchamos el sonido de un ave más potente, y en la copa de un pino divisamos un águila pescadora con su plumaje azul. Qué regalo más extraordinario.
Capturando la belleza del amanecer en el lago Cyohoha
¿Qué dificultades, tanto a nivel técnico como a nivel personal, te has encontrado grabando en Burundi?
Uno de los retos más importantes fue vivir el momento. Cuando te encuentras en un sitio como este, lo primero que a un documentalista le apetece es capturarlo, hacerlo suyo, lograr ese plano. Pero es cuando pones la cámara a un lado, cuando conversas con las personas, juegas con los niños, abrazas a los ancianos, es allí cuando te enteras de qué va la cosa. Tienes que buscar un balance entre lograr capturar tu historia, y saber vivir el momento.
¿Qué ha sido lo más fácil de grabar? ¿Y lo más difícil?
Lo más sencillo de grabar fue la alegría, no había que esforzarse mucho para que alguien te regalara una sonrisa. Por otra parte, lo más difícil, fue grabar los contextos de miseria, ellos te los presentaban con la misma sonrisa, pero cuando te acercas a una familia que vive en una choza de paja, o cuando entras a una sala de hospital repleta de personas con quemaduras, es donde el choque de realidad te da en la cara. Ahí no puedes esconderte, hay que verles a los ojos y con la misma dignidad que miras a un amigo, les miras a ellos. Es un momento difícil, pero muy hermoso. Ese intercambio de miradas, no de pena, ni tampoco de ánimo. Es un encuentro entre dos hijos de Dios. En el que uno se sabe visto por unos ojos con una verdad más profunda.
Este proyecto de grabación lleva por nombre “La belleza salvará al mundo”. Y es que Burundi es un país con una belleza muy característica que no siempre es fácil de capturar. ¿Qué crees que tiene Burundi de especial? ¿Qué has hecho para tratar de capturar esa esencia y reflejarla en tus vídeos?
Estoy convencido de que la belleza salvará al mundo. Esto es muy papable en el arte, porque inmediatamente cuando escuchas una melodía o ves una pintura, se suscita algo grande dentro de ti. Pero la belleza de la que hablamos es otra. Allí donde no hay una aparente estética, donde no hay una armonía unificada. Allí habita un orden mayor, la luz de la vida te envuelve por completo. Burundi, como algunos otros sitios en el mundo, tiene el secreto a esta belleza. “Lo sencillo”. Es en lo poco, en lo pequeño, en lo cotidiano, donde este pequeño país con forma de corazón te regala un latido tan profundo que tu propia vida se ve removida. Yo lo único que he hecho para capturarla ha sido permitirme ser testigo de la luz.
Viendo en todo belleza
Además dereflejar la belleza de Burundi, la idea del proyecto es explorar el misterio del sufrimiento y el secreto de la felicidad. ¿Crees que Burundi tiene algo que decirle al mundo en este sentido?
A lo largo de esta serie documental, queremos desvelar cómo Burundi, a pesar de ser el país más infeliz del mundo según los medios de comunicación y los indices económicos, es un sitio donde la felicidad se desvela en cada persona. Burundi tiene algo que gritar al mundo: la felicidad está por encima de lo material.
¿Qué te llevas de la experiencia? ¿Qué te llevas de Burundi y de su gente?
Podría asegurar que mi estancia en Burundi fue una experiencia espiritual alucinante. La cosmovisión católica que viven los burundeses es un tesoro. Allí las personas viven el cristianismo con el corazón abierto. Lo trasmiten en su cariño y asistencia a la Iglesia, pero también en el trato con sus vecinos: uno no distingue si son hermanos de sangre o solo vecinos de calle; las personas se cuidan de verdad. Viven con fervor su trabajo, y más que nada tienen un profundo sentido de familia. Ellos enaltecen la familia como la más bella de todas las instituciones. Y a pesar del sufrimiento, el hambre o la pobreza, la familia siempre reluce como piedra angular.
Tras tu paso de Burundi, ¿has notado algún cambio interiormente? ¿Cómo era el Juan del vuelo de ida y el del vuelo de vuelta? ¿Cómo ha sido la evolución?
Doctor Livingstone, supongo… En el siglo XIX, uno de los mayores exploradores de todos los tiempos, David Livingstone, dedicó su vida a recorrer África como misionero y explorador, descubriendo lugares como las célebres cataratas Victoria. Se dice que después de haber estado casi 10 años desaparecido, el periodista americano Henry Stanley finalmente lo halló en Burundi después de años buscándolo, pronunciando al encontrarse la famosa frase “Dr. Livingstone, supongo”, haciendo alusión a la cómica circunstancia de que no era probable que fuera otro hombre blanco el que se encontraba por casualidad en ese recóndito sitio. Me gusta creer que Livingstone no estaba perdido, sino que había decidido quedarse en Burundi durante un tiempo. El explorador de Africa más afamado de la historia no se perdió por casualidad, él decidió perderse. Cuando llegué a Burundi no pensé que encontraría un sitio tan inmersivo. Durante todo nuestro recorrido no vimos a ningún otro hombre blanco. Me gusta pensar que pisamos las huellas de los maestros exploradores. Y tal como ellos, decidimos perdernos en lo más profundo de su realidad, para así conocer la belleza interior que tenía por ofrecer. Al volver no podía ser igual, porque lo sencillo había tomado más relevancia que nunca.
Héctor Zurita, Pablo Garna y Carlos Bobillo con las Sisters de Madre Teresa de Calcuta en Kirundo
Después de haber conocido de cerca los proyectos de ASU, ¿crees que la labor que estamos llevando a cabo en Burundi tiene sentido? ¿Qué destacarías? ¿Qué crees que se puede mejorar?
El trabajo que ASU ha realizado en las comunidades desde hace varios años es un testimonio no solo de un excelente proyecto, sino de un amor verdadero por los burundeses. Se puede percibir un trato personal y especifico por cada persona, por cada nombre. No es fácil, porque en un contexto tan hostil, el cuidar de otros es muy complicado. Se nota como ASU no ha caído en un asistencialismo, sino en el cuidado personal de sus hermanos y hermanas de Burundi. Creo que con los años estas semillas darán frutos, y esos frutos que hoy ya vemos, espero puedan dar otros arboles que crezcan para cuidarles más.
¿Te gustaría repetir la experiencia?
Sería para mí un sueño volver a estas tierras que se quedaron con mi corazón, Burundi, el lugar más mágico del mundo. Creo de verdad que esta perla escondida, es una escuela para que personas de otros países y contextos, enseñándonos que se puede ser verdaderamente feliz a pesar de las circunstancias materiales.
Envueltos ya en la rutina de nuestras respectivas vidas y en la velocidad de nuestras ciudades, no podemos dejar de echar la vista atrás con los ojos de la memoria y del corazón para revivir todos aquellos momentos que hemos pasado durante estos meses en el corazón de África. Queremos gritar a los cuatro vientos lo que hemos visto y lo que hemos sentido y, aunque a veces no sepamos ponerle palabras, intentamos que a través de nuestros actos, Burundi llegue a nuestra gente y podamos empapar a los que nos rodean de un poquito de todo el amor que nosotros hemos tenido la suerte de recibir. Burundi se queda aunque nosotros nos vayamos… aunque si hay algo seguro, es que volveremos pronto.
Este año, hemos contado con cinco grupos de voluntarios que, después de muchos meses preparando el proyecto en Madrid, han vuelto a nuestro pequeño rinconcito de cielo con las mismas ganas e ilusión que nuestro primer viaje a Burundi allá por el año 2007. Y es que en Burundi no existe el “un verano más”, porque cada año, deja de ser “uno más” para convertirse en una aventura única. Y es que cada año Burundi nos acoge como un nuevo misterio por descubrir. Porque Burundi no es más que eso, un misterio que inunda nuestros corazones y renueva nuestras miradas para poder afrontar la realidad de una manera diferente.
El misterio de Burundi
Volvió a abrir el telón el grupo de jóvenes del Colegio Aldovea, que organizó en el mes de junio un campamento de verano con los niños de nuestra escuela de Ndava entre risas, clases, juegos… Lo que en un primer momento parecía una labor que consistiría en enseñar a sumar y restar o practicar alguna palabra en inglés, pronto cambió de sentido. Y es que resulta que al final todo esto tiene que ver con algo mucho más grande, algo que habla de lo humano y de la entrega, algo que habla en un lenguaje diferente al que estábamos acostumbrados, el lenguaje del amor.
La última semana tuvimos la inmensa suerte de convivir y ayudar a nuestras queridísimas sisters de Madre Teresaen su casa de Kirundo, donde tuvimos la oportunidad de respirar el amor que allí se respiraba. Y es que es imposible que ese pequeño oasis de paz te deje indiferente. Esperamos que esta huella permanezca en nuestros corazones toda la vida y que sepamos dar testimonio del amor que hemos tenido la suerte de recibir.
Nuestro tradicional campamento de verano en Ndava
Después, cogieron el relevo los dos grupos de universitarios en el mes de julio, haciendo el mismo itinerario pero en direcciones opuestas. Unos empezaban en la casa de las sisters mientras los otros arrancaban con el campamento escolar en Ndava para, a las dos semanas, intercambiarse los destinos y ocupaciones. Así pasamos el mes entero, exprimiendo cada minuto como si fuera el último, y así de llenos hemos traído de vuelta nuestros corazones a nuestras respectivas casas. Lo cierto es que, desde que hemos vuelto, nuestra mente vuela cada día a lo que allí vivimos, de tal forma que es imposible separar nuestro día a día de Burundi. Aún hoy, nos siguen viniendo a la mente continuamente escenas del viaje que nos permiten revivirlo como si fuera algo totalmente nuevo e inesperado. La paz que se palpaba, el cariño de la gente, los paisajes…
Ahora nos damos cuenta de que tenía que haber algo más detrás de todo aquello, y no queremos dejar de cultivar nuestro asombro para que todo esto no nos deje indiferentes. Ahora los días grises son menos grises, y los días buenos parece que el sol brilla un poco más. Aparentemente nada ha cambiado, pero nuestros corazones y nosotros sabemos que nada es lo mismo. Solo esperamos que nunca nos separemos de esto que sentimos ahora; solo esperamos ser capaces de llevar un pedacito de Burundi a la gente que más nos quiere.
Con las Misioneras de la Caridad de Madre Teresa de Calcuta en Kirundo
Y para despedirnos por la puerta grande, llegaron los grupos de jóvenes profesionales, con unos voluntarios que decidieron hacer con su mes de agosto, con lo que todos sabemos que eso supone, algo diferente. Voluntarios que dieron un salto al vacío y apostaron su verano por un proyecto desconocido en un país desconocido, dejándose llevar por una intuición que parecía decirles “ahí es”. El plan era algo diferente en lo práctico al resto de grupos, por tener los voluntarios una mayor cualificación, pero fue igual en lo esencial, pues el espíritu no deja de ser el mismo.
Así es como cambiamos el campamento de Ndava por el ya tradicional curso en la Universidad de Ngozi, donde se llevaron a cabo dos programas de desarrollo personal y profesional para más de 300 alumnos. Y como no podía ser de otra manera, también compartimos unos días con nuestras queridas Misioneras de la Caridad, donde compartimos momentos inolvidables con los bebés y ancianos de la casa, y también pudimos echar una mano en el día a día de las tareas de las sisters, contagiándonos de la alegría de su vida entregada a los más necesitados.
Curso de desarrollo personal y profesional en la Universidad de Ngozi
Tras habernos sumergido en las profundidades del corazón de África es difícil poner palabras a todo lo vivido. Pero sí tenemos claro que hemos aprendido mucho de esta vida sencilla, alegre y entregada, y ahora tenemos por delante el gran reto de llevar todo esto a nuestra vida diaria. Y es que sin duda hemos dejado un pedacito de nuestros corazones en Burundi, y también nos llevamos un pedacito del corazón de África en los nuestros.
La realidad, más allá del número de proyectos y de todo lo que hacemos, es que año tras año se nos va haciendo cada vez más latente que nuestra labor tiene cada vez más sentido. Que detrás de todo lo que hacemos hay un gran POR QUÉ que apenas podemos atisbar debido a su inmensidad, pero que es la luz que va guiando nuestro camino. Y también, que detrás del todo el trabajo hay muchas personas anónimas, tanto en España como en Burundi, que se entregan con su tiempo, su dedicación, su cariño, su forma de ver y hacer las cosas, su amor… Cuando nos damos cuenta de todo esto, solo podemos sonreír, y agradecer mucho que lo que un día soñamos siga siendo posible y creciendo cada día.
Abriendo nuevos caminos 🙂
Un año más, Burundi nos devuelve a la rutina con una mirada nueva, y con la sensación de que un nuevo camino se abre delante nuestro. Porque es ahora cuando nos damos cuenta de que este viaje nos ha abierto los ojos, pero también el corazón. Por eso solo podemos pedir una cosa: ojalá podamos llevarnos a nuestro día a día lo que hemos vivido y sentido en el corazón de África. Y es que a veces basta con tomar la decisión firme de hacer las cosas de forma diferente; y así es como se abren nuevos caminos.
De vez en cuando, uno tiene la inmensa suerte de toparse con algo extraordinario. Aunque más que toparse, es caer en la cuenta de que uno está frente a algo extraordinario, porque de este tipo de cosas solemos vivir rodeados sin ser conscientes.
Este verano, me dispongo a visitar Burundi por tercer año consecutivo, y a tan solo unos días de coger el avión rumbo al corazón de África, he decidido pararme para asimilar todo lo que está pasando y lo que está por pasar.
Preparar un verano en Burundi implica mucho trabajo, mucho amor, mucho tiempo y dedicación. Este año, yo he tenido la suerte de involucrarme de una manera diferente, como líder de uno de los cinco grupos que se desplazará a terreno este verano. Cada día que he pasado organizando el proyecto, he aprendido algo diferente, tanto del resto de compañeros del equipo como de mí mismo. Al principio, cuando me propusieron liderar el proyecto, tuve algo de vértigo y alguna que otra inseguridad: ¿seré capaz de estar a la altura? ¿Podré aportar algo de valor a los proyectos? ¿Seré útil?… Ahora que lo veo con algo más de perspectiva, me rio un poco de mí mismo porque creo que por fin, después de dos veranos en Burundi de la mano de ASU y camino del tercero, he entendido lo que es ASU: un folio en blanco.
ASU nació para seguir naciendo cada día. Todo puede ser nuevo: Burundi nos permite que todo pueda serlo. En un mundo donde lo nuevo asusta, donde nos agarramos a la comodidad como a un clavo ardiendo, donde el sofá es nuestro mejor amigo y la tele y las redes nos acompañan como los mosquitos en las noches de verano, surge un grupo de jóvenes que deciden pararse, dar un paso atrás, observar su realidad, y movilizarse para cambiarla.
Los meses antes de irnos a Burundi son igual de esenciales que el mes que luego pasamos allí. Todo empieza con la formación del grupo: sesión informativa, entrevistas, selección de los voluntarios que formarán parte del proyecto… Una vez el grupo está cerrado, viene una segunda fase fundamental: las reuniones de formación de los voluntarios que se desplazarán a Burundi, donde profundizamos en aspectos clave del proyecto yendo desde lo más trascendental (por qué hacemos lo que hacemos) hasta lo más práctico (como por ejemplo, qué vamos a dar en la clase del día 4 del campamento o quién lleva la maleta con los balones de fútbol). En paralelo, todos los voluntarios comenzamos a movernos desde el primer día para conseguir los materiales de cooperación que llevamos cada uno en nuestras maletas (medicinas, material escolar, ropa, material deportivo, etc.) y los fondos necesarios para que el proyecto salga adelante. Además de hacer cada uno hace la guerra por su lado para liar a los nuestros, también aprovechamos para juntarnos y sacar adelante iniciativas entre todos para recaudar fondos: organización de eventos de todo tipo, venta de bolsos, camisetas y pulseras, etc. Y por supuesto, aprovechamos todas estas oportunidades de convivencia para ir conociéndonos y haciendo piña.
La realidad es que esta etapa, el “pre-Burundi”, es bastante ajetreada: hay mucho movimiento, muchas cosas por hacer, mucha velocidad, muchos sentimientos, mucha gente nueva… Todo esto supone un reto bastante complicado pero apasionante, y es que una vez te subes al barco de Burundi, pasas directamente a formar parte de ASU como si fueras uno más de toda la vida, y esto crea algo muy bonito, o por lo menos así me lo parece, que es el plantarle la cara a lo desconocido. Del día a la mañana pasas a formar parte de algo de lo que probablemente nunca antes habías oído hablar, y tienes la misma responsabilidad que el resto de voluntarios de involucrarte para que el proyecto salga adelante. Aunque tanto trabajo y tanto jaleo asusta un poco al principio, lo cierto es que el esfuerzo que ponemos durante este “pre” es lo que cambia todo, pues el amor que ponemos en lo que hacemos, por pequeño que sea, se nos devuelve cuando estamos en Burundi y se multiplica por cien. Y esa es la clave de todo: involucrarse desde el día uno para vivir Burundi en su plenitud, ser conscientes de que Burundi también es casa y de que también podemos ayudar desde aquí, y querer vivir esta experiencia con vocación de permanencia, y no como un mes aislado de nuestras vidas.
Hoy, a unos pocos días de volar a Burundi, solo puedo mirar hacia atrás y ver que todos estos líos han merecido la pena. Podría quedarme en tierra y aún así habría merecido la pena la aventura. Y es que siento una gratitud enorme por todo lo que me ha dado Burundi estos años, por todo lo que me ha dado ASU y por todas las personas que me han acompañado en el camino. El Lapu que se iba a Burundi por primera vez hace tres años no se reconocería en un espejo, y lo bonito de esto es que no soy un caso aislado: todos lo que hemos tenido la suerte de acabar en Burundi, a pesar de nuestras diferencias, hemos vuelto con el alma llena, cada uno a su manera.
Y es que cada Burundi es distinto, y Burundi es distinto para cada uno. En mi caso, este año, el tener la responsabilidad de liderar un grupo hace que enfoque el viaje de manera diferente. Me meto de lleno en un mundo desconocido, pero con la confianza en que todo saldrá bien. Y con un objetivo es muy sencillo: que todos los voluntarios reciban este verano el mismo regalo que yo recibí en mis anteriores Burundis, y que todo lo que van a vivir les permita, a su vuelta, poner el foco en lo que de verdad importa.
Ahora me doy cuenta de que lo más importante ya está hecho. Porque llevamos meses preparando el proyecto y ahora solo nos queda poner la guinda al pastel. Porque ya somos una pequeña gran familia. Y sobre todo, porque nuestro corazón ya está en Burundi. Y solo por eso, nada puede salir mal. Ojalá no nos olvidemos nunca de esto. De que Burundi es cada día de nuestras vidas. La verdad es que yo, aparte de mis diarios personales de mis anteriores viajes, no me había sentado nunca a valorar con perspectiva todo lo que ha supuesto Burundi en mi vida. Cuando estás allí las palabras salen solas y puedes llenar varios cuadernos de pensamientos, rutinas, ideas, proyectos… pero aquí en Madrid es otra cosa, los recuerdos se desvanecen muy rápido, y si no los cuidas, cada día un rato, se terminan quedando en nada. Yo tengo mis trucos, cada uno tendrá los suyos. Ahora comprendo que Burundi es la chispa que se nos enciende por dentro, y que en nuestra mano está el qué hacer con esa chispa, si dejarla pasar y que al cabo de unos meses no sea más que ceniza, o si trabajarla para poder convertirnos en hogueras y expandir este fuego por donde pasemos.
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